lunes, 27 de septiembre de 2010

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De las arrugas de mis manos, nace el deseo de juventud
agrietadas y rotas, gritan por vida, no por belleza
agonizan en silencio, rogando por romper la inmovilidad
rogando por ser, por ver, por tocar, por sentir
esas ganas de probar, de saciarse de lo adictivo
no solo ahí, en todos lados. No solo mi ser, sino el de todos;
y los deseos infinitos, sin fin alguno,
que solo llegan a tentar. Que solo consumen.
Pensé que pensaba sobre todo, pero siempre hay más.

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